Las distintas caras del estrés

Mucho se habla del estrés y de lo que puede traer aparejado, pero ¿sabemos realmente qué es?, ¿de qué se trata?, ¿tiene siempre consecuencias negativas?

Las distintas caras del estrés

El estrés es una respuesta global, total y automática de nuestro cuerpo ante exigencias externas e internas que no puede controlar. Es decir, es un mecanismo que se pone en marcha cuando nos quedamos sin herramientas para enfrentar alguna situación que nos desborda. Lo que experimentamos es una sobrecarga que influye en nuestro bienestar tanto psicológico como físico. No obstante, para perderle el miedo hay que comprender que, en primera instancia y menores grados, nos ayuda a reaccionar ante situaciones nocivas de exposición al peligro.

La química del estrés

¿Qué nos pasa químicamente durante situaciones estresantes? El cuerpo envía la señal al cerebro de que se está viviendo una situación de peligro. Entonces, libera la producción de cortisol y adrenalina, hormonas que reaccionarán enviando una respuesta. Un ejemplo podría ser cuando vivimos un hecho de inseguridad, durante el cual se liberan las hormonas como instinto de “supervivencia” y surgen tres posibilidades: huida, lucha, o parálisis.

En lo cotidiano, nos encontramos ante situaciones que no son de vida o muerte, pero nuestro cerebro las codifica como “peligrosas” por la carga subjetiva que le asignamos. Así, por ejemplo, el perder un medio de transporte, mirar un partido de fútbol o tener una entrevista de trabajo hará que liberemos estas hormonas, y esto genera que el estrés pierda su objetivo real.

Lo recomendable para bajar los niveles de cortisol es evitar la cafeína (¡mejor nos tomamos un té de tilo o manzanilla!), hacer ejercicio para propiciar la segregación de serotonina, mejorar la rutina del sueño, disminuir el azúcar en la dieta y realizar actividades de meditación. También hacer las cosas que más nos gustan como rodearnos de amistades, libros o un ambiente propicio.

Estrés positivo y negativo

Desde la teoría conductista, el estrés es la respuesta ante un estímulo, pero dicha reacción muchas veces es excesiva. Ahora bien, la idea es entender que estas sobrecargas no son siempre negativas como se suele pensar. Existe el eustress, o también llamado "estrés positivo", que resulta ser un proceso de adaptación al medio. Ejemplos de esto son las tan temidas semanas de parciales o finales, en las que dormimos poco, pero el cuerpo se mantiene igual y nos da un golpe de energía para estudiar ese último capítulo que quedó colgado, o aquellas cenas familiares donde comemos demasiado, y nuestro cuerpo se ajusta para poder digerir toda esa comida, o también, el más frecuente quizás sea la tensión de nuestros músculos ante exposiciones al frio.

¿Y qué puede causar el distress (estrés negativo)? ¡Es tan subjetivo! Esta posmodernidad que nos atraviesa y nos arrastra por inmediatismos, insatisfacciones constantes, utópicas metas y fragilidad vincular no es de mucha ayuda. Quizás sean motivos emocionales como por ejemplo duelos, decepciones, turbulencias amorosas o cuestiones contextuales como pérdida de un trabajo, un bajo rendimiento académico, la enfermedad de un ser querido. ¡Pero no siempre son cuestiones negativas! Cambios radicales positivos pueden desencadenar en estrés: mudanzas, proyectos profesionales nuevos, estar a punto de recibirte, el comienzo de una nueva aventura viajera; la lista es amplia y variable.

Las señales del estrés

Nuestro cuerpo habla, manifiesta los síntomas del estrés. Vamos con una clasificación:

A corto plazo:

  • Dolores de cabeza, generalmente tensionales, que se extienden a la mandíbula y cuello.
  • Dificultades en la memoria de trabajo (¿qué venía a buscar? ¿de qué estábamos hablando?).
  • Fallas en la concentración (así fue como te perdiste la mitad de la reunión y no tenés idea de qué es lo que hay que presentar para el próximo encuentro).
  • Cambios bruscos de ánimo.
  • Cambios en el apetito.
  • Problemas estomacales.
  • Dificultades para conciliar el sueño y cansancio durante el día.

A largo plazo:

  • Problemáticas asociadas a la salud mental: ansiedad, depresión.
  • Aumento o descenso de peso.
  • Cansancio constante y prolongado.
  • Decrecimiento de la libido: dificultades para tener relaciones sexuales.
  • Alteraciones en el ciclo menstrual.
  • Bruxismo (presionar y rechinar los dientes de manera inconsciente, provocando tensión en la articulación temporomandibular y rotura de piezas dentarias).
  • Insomnio o exceso de sueño prolongado.
  • Problemas cardiovasculares.
  • Envejecimiento (quizás suene exagerado, pero pueden comprobarlo comparando fotos de presidentes al comienzo y al término de sus mandatos).

Como podemos observar, las manifestaciones son muchas y diferentes entre sí. Dependerá de cada uno, de cada cuerpo, y de cada contexto.

Si reconocés uno o varios de los síntomas, ¡tomalo como un llamado de atención! Quizás sea hora de escuchar al cuerpo y realizar las acciones necesarias para llevar una vida más saludable.

Por: María de la Paz Villanustre.
Estudió psicopedagogía en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora. Se desarrolló en clínica, escolar, contexto comunitario, niñez y adultos mayores. Es investigadora y coordinadora del proyecto de voluntariado en jardines comunitarios de la Secretaria de Extensión de la Facultad de Ciencias Sociales de la UNLZ, declarado de interés legislativo por la Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires. Sabe hablar inglés, francés y alemán. Ilustradora y creadora de contenidos en @lapsicopé.

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