Extractos de una conversación con Nicola Costantino

Alfredo Aracil

“¿Y si la vida que hay en nosotros 

no fue más que un inexplicable remolino de viento?”.

Gustav Meyrink

 


En la obra El jardín del tiempo suspendido, caminamos entre nubes hechas de flores, se trata de miles de flores en cúmulos flotantes, que producen un juego de reflejos donde no sabemos si lo que se ve es lo que hay.

Montando la obra, apareció un reflejo en el suelo pulido que crea una imagen borrosa, como un fantasma —el fantasma siempre se presenta de esa manera, por eso dudamos—. La instalación crea la sensación de estar en un mundo dentro de otro, un mundo paralelo, en tanto que replica el de acá.

 

En tu trabajo, lo técnico convive con la recreación naturalista de la naturaleza…

Ninguna flor artificial puede ser tan linda como una natural. Pero con estas flores me sucede que las veo bellas, siento que no degradan la flor original, sino que la explotan. Para mí, el arte es la posibilidad de pensar en el más allá. Cuesta sacarle el sentido trágico a la muerte, pero en la muerte hay composición y descomposición, regeneración y transformación; se puede pensar en la muerte como continuidad.

 

¿Qué piensas de la evolución del arte en tanto que abandono de cualquier pericia manual?

La obra de arte es material, físicala producción siempre es a través de una técnica: no manejar la técnica es perder posibilidades. Con la cerámica compongo la obra a ciegas. Trabajo con bloques de pastas coloreadas en forma vertical, pero el dibujo tengo que imaginarlo en un corte transversal. Hago una escultura para hacer un dibujoy no puedo ver cómo va a quedar hasta que no corto el bloque y lo abro. Es puro instinto.

 

¿Renuncias al control? ¿Cedes ante la agencia de las cosas? 

Tengo control durante el proceso de construcción del diseño del bloque, pero hay un alto grado de injerencia de otro tipo de fuerzas, lo que imagino nunca se cumple por completo. Es una fuerza que actúa a través mío. Salen cosas que se escapan a mi planificación. Es maravilloso. Mi labor como artista es dejar espacio para que las fuerzas aparezcan. Siento que mis manos, como las de una partera, son un instrumento. Poner las manos es hacer que las cosas pasen a través de una. 

 

En relación a la representación de la naturaleza, cuesta, actualmente, verla como un estadio prístino y primigenio al que volver. Sin embargo, la estética sigue siendo la mejor disciplina para estudiar lo irrepresentable del terror al fin del mundo, que hoy nos conmueve. 

Siento que, antes del siglo XX, en el arte había un gran valor poético que vale la pena rescatar para la contemporaneidad. Por eso, pensé en recuperar el arte de las flores, que representaba la finitud y la fragilidad de la vida y la belleza. 

Durante mi formación, pintar flores era la imagen de un arte sin compromiso, era una actividad destinada a señoras mayores en su casa. Ahora, el compromiso de los artistas es ver la poesía de la materia más allá del materialismo. Es el momento de producir belleza para todos y todas. Los artistas deberíamos ser los gusanos del compost, tenemos que poder transformar la podredumbre en belleza. 

Desde la cultura, podemos empujar un giro ecológico. El cambio climático es planetario, un cambio de escala: lo que está en juego es la humanidad entera. Estoy feliz de vivir este momento. Siento que gracias a lo que pasamos en la pandemia hemos descubierto otros niveles de existencia. Esta intervención propone crear una sensación de infinito. Un continuo que permite perderte mirando tanto lo macro como lo micro. 

La cerámica se hace desde el neolítico y se seguirá haciendo: tierra y fuego; la variación es mínima. Esas son cosas que, por ser tradicionales, antes no valoraba. Hay un tipo de perfección de la naturaleza que es ciertamente irreemplazable e insuperable. Como el título sugiere, El jardín del tiempo suspendido hace referencia a unas coordenadas a la vez temporales y espaciales. La idea con estas flores artificiales es detener el tiempo de la destrucción, congelar la belleza y lograr que no se degrade. 

 

Nicola Constantino

Curador

Biografía del artista

 

 

 

Nicola Costantino nació en Rosario en 1964. @chanchobola

 

Realizó su primera muestra individual, Cochon sur Canapé en 1992, la que es considerada precursora en el arte contemporáneo latinoamericano. En 1998 representó a la Argentina en la Bienal de San Pablo y desde entonces participó en numerosas muestras en museos de todo el mundo, entre los que se destacan Liverpool (1999), Nueva York (2000), Tel Aviv (2002) y Zurich (2011). Sus obras integran prestigiosas colecciones incluyendo al MOMA. Participó en la 55º Bienal de Venecia representando a la Argentina con Rapsodia Inconclusa, un abordaje sobre la vida de Eva Perón. Actualmente vive y trabaja en la Ciudad de Buenos Aires. 

Prensa

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