Millennials

La generación que viene a cambiar el mundo.

Nos llamaron la “generación maldita” más de una vez y, quizá, nos la creímos un poco. Terminamos la secundaria y salimos de esa gran “burbuja social” que nos cuidaba hasta entonces para chocarnos con el mundo real y afrontar nuestras propias dificultades, problemas, aspiraciones y necesidades.

Tratamos de adaptarnos a un modelo, un paradigma que poco tenía que ver con nosotros hasta que entendimos que queríamos –y hasta necesitábamos– algo diferente. Sin embargo, por un tiempo decidimos intentarlo y amoldarnos a aquella manera de trabajar que, durante siglos se consideró “normal”.

Pero nosotros, ante ese universo que se planteaba una disyuntiva entre lo conocido y por conocer, decidimos que teníamos una nueva visión para aportar; y fue tan avasalladora que nos terminaron por poner más apodos de los que podemos pensar y nos terminamos definiendo como los grandes, románticos, libres y revolucionarios millennials.

Cambiamos las reglas del mundo laboral

La rutina de ocho horas nos pareció desafiante, pero la probamos y decidimos abrazarla como parte de nuestra vida profesional. Al final, nos dimos cuenta que poco nos dejaba para hacer en la semana, para disfrutar de la vida, ser sociales, enamorarnos y hasta gastar aquella plata que nos ganábamos todos los meses. Y ahí fue cuando levantamos la mano y dijimos “creemos que hay una forma mejor”, y de pronto, casi sin darnos cuenta, nos empezaron a escuchar, porque ya no éramos aquellos estudiantes de 18 años, ahora teníamos experiencia profesional.

Nos cansamos de escuchar que “los millennials no duran en los trabajos”, “a los millennials no les gusta cumplir horarios”, “a los millennials solo les importa viajar”, “los millennials no quieren comprar su casa, sino conocer el mundo” y más frases que, de repente, los medios de comunicación comenzaron a usar para hablar de nuestra generación.

¿Tienen razón? ¿Sólo nos importa eso? La realidad es que concebimos el trabajo como una parte más de nuestra vida diaria y no como la parte esencial y única; queremos que nuestro crecimiento profesional acompañe a nuestra forma de sociabilizar y hasta ¿por qué no? de disfrutar; y ahora sabemos que eso no está ni bien ni mal, es sólo nuestra forma de vivirlo. Por suerte, las empresas, de a poco, comenzaron a entender que nuestra “loca visión” no era tan descabellada. Así apareció el home office, los viernes flex, nuevos beneficios laborales y posibles carreras que antes no existían; y, de repente, nos convertimos en la fuerza laboral más grande del mercado.

Lideramos para el beneficio de la sociedad

Ahora, muchos somos coordinadores, directores y hasta CEO de empresas, compartimos nuestra forma de liderazgo que busca tejer redes entre las personas, darles la posibilidad de crecer en conjunto y trabajar, no sólo por la plata en el bolsillo, sino también en busca de un bien común. El aguinaldo, el sueldo y los bonos económicos nos gustan, claro ¿a quién no?, pero sabemos que esa plata necesita verse reflejada en algo positivo, alguna acción que nos permita crear un mundo más sostenible, más solidario y más amigable con el medio ambiente. La carrera profesional, ya no es sólo una carrera, es una oportunidad para mejorar el entorno que nos rodea, es el impacto que como generación queremos dejar en el universo.

Exploramos el mundo para entenderlo mejor

Y sí, también tenemos una manera diferente de gastar el dinero y está arraigada a la forma en que organizamos nuestra vida ¿o soy la única que está pensando en el próximo viaje que voy a hacer mientras escribo esta nota?

Conocimos el mundo más rápido que otras generaciones. Es que tuvimos acceso a él gracias a las nuevas tecnologías, y a nuestra sana convicción de que comprar un departamento no es tan urgente –ni tan fácil– como lo era antes. Mientras que los jóvenes de otras épocas a los 27 años ya tenían bebés y se habían comprado una casa, nosotros, la generación Y, vimos que lo que buscábamos para crecer en la vida era diferente, así que decidimos invertir en nuestro conocimiento, explorar, entender las culturas, sumar millas en avión, calzarnos la mochila al hombro y depender de nosotros mismos. Y le tomamos el gustito.

Encontramos que aprender del mundo es clave: sólo así podemos entender qué sucede más allá de esa burbuja de la que tanto anhelábamos salir, y gracias a eso, nos permitimos entender a la gente y trabajar por ella.

Compramos inspirados en las redes sociales

Somos consumistas, pero entendemos el límite porque sabemos en qué vale la pena gastar nuestro dinero. Sacamos las ideas de Instagram y buscamos las adaptaciones según nuestra calidad de vida, o generamos tableros en Pinterest para imaginar el look laboral que vamos a usar o la manera en que vamos a decorar en nuestra casa y después hacemos lo posible para copiarlo con lo que tenemos a mano; y si no, siempre están las ferias o locales de ropa vintage, porque sabemos que la indumentaria tiene una doble vida y que podemos acceder a ella de una manera más económica; o simplemente esperamos a renovarnos en un próximo viaje.

Nos empoderamos, nos deconstruimos y trabajamos en conjunto

La vida en el hogar también fue desafiada porque las mujeres levantamos la mano y dijimos que no sólo lavamos los platos, limpiamos y cocinamos, sino que somos importantes profesionales que vamos ayudar a la economía de nuestros países para salir adelante. Y los hombres, de apoco, se comenzaron a deconstruir para también levantar la mano y rebelarse ante el sistema que impuso roles rígidos y masculinidades tóxicas. Ahora somos un equipo. Ahora, nos apoyamos y buscamos la manera de crecer juntos.

Abran paso

El mundo no estaba preparado para esta generación. Llegamos lejos con nuestras formas, con nuestras ideas, trabajando en equipo, liderando grupos, tejiendo redes, sociabilizando, pensando en el planeta y planteando una manera de vivir que parecía impensada. Pero sabemos que falta mucho y que podemos hacer más. Por eso, seguimos aprendiendo para dejar una huella positiva y ser una mejor generación.

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POR: Sofía Quilici
Sofía Quilici es periodista y Lic. en ciencias de la Comunicación. Profesionalmente se desempeña en el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, es redactora freelance en el diario Cronista Comercial y es consultora para emprendimientos, pymes y empresas sobre comunicación y género.

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